viernes, 6 de julio de 2012

Relato nº 9: Papá sorprende a su pequeña traviesa, parte 2

Se mantuvo firme y no respondió, pero podía ver que estaba teniendo un efecto en él. Su respiración era cada vez más rápida y su ceño se había ido mientras la miraba fijamente. Se acercó un poco más y dejó que sus pechos rozaran en su pecho. Ella sintió que sus pezones se endurecían bajo su delgada camisa y le vio tomar otra respiración rápida.
—No sé en qué estaba pensando, —dijo ella mientras dejaba correr sus manos sobre su pecho. Podía oler su piel ahora y se encontró preguntándose a que sabría. Había imaginado lo que sería estar con él, pero nunca pensó que tendría una oportunidad. Ahora, allí de pie con él tan cerca la hizo ser más descarada de lo normal.
—Tal vez tengas razón, — susurró ella se inclinaba hacia su cuello. Sus labios lo rozaron ligeramente cuando añadió unas cuantas palabras más.
—Tal vez soy sólo una pequeña zorra. —
Ella tenía toda su atención ahora. Él no se movía, apenas respiraba. Ella dejó su lengua hacer un rastro por su piel y se movió un poco más abajo, frotando sus caderas contra la suya suavemente
—Y tal vez te puedo mostrar cómo de arrepentida puede estar una pequeña zorra como yo—
Ella dejo las palabras suspendidas en el aire, mientras sus labios viajaban más abajo por su cuello.
—Christy, no quise decir...
Ella hizo caso omiso de sus protestas suaves mientras poco a poco comenzaba a desabrochar los botones de su camisa, uno por uno. Con cada botón, se exponía más de su ancho pecho y siguió dando le besos a lo largo de su cuerpo. Su pecho era fuerte y duro, ligeramente salpicado de rizos oscuros y Christy sintió mariposas en el estómago mientras iba más abajo. En un momento se detuvo, levantó la cabeza un poco y deslizo su lengua por sus pezones duros. Cuando él tomó una bocanada de aire, sintió que se mojaba por la excitación.
Sus palabras se apagaron y poco a poco sus manos encontraron su camino hasta su cintura y ella sintió como sus manos recorrían suavemente sus caderas. Dejó que su boca dejara un rastro de pequeños besos por su pecho mientras desabrochaba cada botón. Podía verlo responder a cada toque y le encantaba la forma en que la hacía sentir.
Cuando desabrochó el último botón, sacó su camisa de sus pantalones y tiró suavemente de ella. Él era increíble. Sus anchos hombros que guiaban a un vientre plano y de abdominales duros como la roca que cualquier chico de su escuela envidiarían.
—Papi, creo que tenías razón—, dijo mientras sus manos tomaban su cinturón y se lo quitaban con un movimiento rápido.
—Creo que soy sólo una pequeña zorra que tiene que ser follada—.
Por un segundo él no se movió y se preguntó si iba a pararla. Pero no le importaba. Ella lo quería. Quería saber lo que sería estar con un hombre que sabía lo que estaba haciendo.
Siguió acariciando su cuello y le besó las manos, mientras desabrochaba sus pantalones y los deslizaba hacia abajo al suelo, dejando al descubierto su ancha polla dura.
—Y tu pequeña zorra quiere tu polla gruesa y grande— dijo ella mientras su mano se deslizaba a lo largo de su longitud, recompensada con un profundo gemido gutural. Mientras acariciaba su pene, sus manos empezaron a deslizarse por las caderas y detrás de su culo. Inclinó su cuerpo contra el suyo y apretó los labios a lo largo de su cuello. Cuando él alcanzo a su otra mano detrás de ella y apretó su firme culo, ella arqueó la espalda y se empujó contra él aún más.
— ¿Ese es tu problema?—, preguntó, mientras deslizaba sus manos debajo de la parte superior del tank top pequeño,
— ¿Sólo quieres que ser follada?
Antes de que pudiera responder, su camisa estaba sobre su cabeza uniéndose a sus pantalones en el suelo. Christy gimió cuando sus manos se deslizaron por su cuerpo y sobre sus caderas. La sensación de sus manos sobre su piel era increíble.
Cuando sus dedos llegaron a su pequeña tanga rosa, él jugó con el material sedoso, incitándola sin piedad. Jugaba con ella de un lado a otro, frotando el tejido fino en su clítoris y rozando con sus dedos su coño húmedo. Pronto, sus bragas estaban en el suelo con el resto de su ropa.
Puso sus manos detrás de ella, tirando de sus caderas contra su pene erecto. Ella frotó sus caderas contra él, sintiendo su polla dura rozar contra su clítoris. Poco a poco, la puso hacia abajo sobre la cama y ella cayó hacia atrás, sus piernas bien abiertas de par en par, esperando por él.
El se arrodilló delante suya y ella sabía que él veía que estaba completamente mojada. Cerró los ojos, dispuesta a ser follada y dio un grito ahogado cuando suavemente pasó sus dedos por su coño, deslizándolos hacia arriba y hacia abajo, volviendo la loca y alentando su deseo.
—Tú eres una pequeña zorra mojada, ¿no es así? —, dijo él más para sí mismo que para ella mientras sus dedos encontraban su camino a su clítoris. Tocó su pequeño capullo, hinchado y su respiración se hizo más desigual. Ella no podía creer lo rápido que se estaba volviendo loca.
—Amas esto ¿no es así?—, preguntó él mientras sus dedos excitaban su pequeño brote, excitándola hasta llevarla hasta el borde y de regreso.
—Sí, papi. Sí, me encanta esto —Ella gimió contra él. La sensación era abrumadora y se dio cuenta de que se retorcía frente a él, sus caderas empujando hacia arriba contra sus dedos, con ganas de más, necesitándolo sentir en su interior. Mientras sus dedos apretaban su capullo sensible, el placer disparándose en su cuerpo.
—Dios, tu pequeño coño dulce está a la espera de ser follado—, dijo él mientras su dedo se deslizaba por su longitud.
—Oh, Dios, papi—, gimió mientras sus manos agarraban con fuerza las mantas.
Cuando deslizó un dedo dentro de ella, Christy cerró los ojos y sintió su excitación crecer en su interior. Su canal se apretó alrededor de él mientras añadía un segundo dedo. Cuando abrió los ojos otra vez, él la miraba mientras se deslizaba dentro y fuera, masajeando su clítoris con el pulgar.
—Dios, estas muy apretada, — dijo él con asombro. Él la estaba volviendo loca y ni siquiera parecía darse cuenta de ello.
—Voy a disfrutar follando tu pequeño y dulce coño.
—Por favor, papi, — le susurró Christy, empujando sus caderas hasta sus dedos expertos.
—Por favor, fóllame —le rogó ella en voz baja, nunca había deseado a nadie como lo quería a él en esos momentos.
De repente, se inclinó sobre ella y deslizó su polla grande contra su coño resbaladizo y mojado, gracias a su excitación. Ella gimió mientras su miembro duro se deslizaba contra su clítoris y después de regreso. Cuando estaba resbaladizo, con sus jugos, puso su polla delante de su mojada entrada.
Christy jadeó mientras lentamente hundía su polla gruesa en su interior. Vio la cabeza de su polla púrpura desaparecer en su coño y gimió mientras el eje de su pene seguía. A medida que su miembro grande empujó abriéndola, se quedó sin aliento, sin saber si podría encajar, pero esperando que cupiera. Centímetro a centímetro, presionó en su interior y ella gimió cuando él la tomó. Estaba abrumada por la dulce tortura de que él la abriera más de lo que había experimentado hasta ahora. La estaba dividiendo en dos, pero el ligero dolor que sentía se juntaba con la maravillosa sensación de estar llena por su polla gigante. Cuando él estuvo en el interior, dejó escapar un gemido gutural y Christy empujó sus caderas hacia arriba, metiéndolo aún más profundo.
Entonces el dolor se transformó rápidamente en placer cuando él empezó a entrar y a salir de su canal estrecho. Su coño se cerró sobre él, atrayéndolo más profundo con cada golpe. Cuanto más se metía más quería ella.
—Para ser una pequeña zorra, estás jodidamente estrecha—, dijo, con voz entrecortada y sorprendida. Su ritmo se hizo más rápido y más desesperado, se metió más y más profundo dentro de ella.
—Oh, sí, papi—, le rogó—Soy tu zorra, y quiero que me folles más y más—.
Ella lo quería, quería esto, y no quería que se detuviera nunca.
Su empuje se hizo más fuerte y cada vez más rápido y sintió el orgasmo construyéndose. Cada vez que entraba, avivaba su deseo y su cuerpo empezó a temblar mientras las sensaciones crecían y crecían. Él mantuvo su ritmo constante y aumentó su velocidad cada vez más alto hacia su clímax. Finalmente, sintió a su cuerpo abrumarse cuando el orgasmo atravesó su cuerpo.
Él mantuvo su ritmo, y ella sentía que daba vueltas fuera de control. Con cada embestida, la mantuvo salvaje en el placer, el orgasmo empujando más y más mientras se metía en su interior. Finalmente, pudo escuchar su respiración tornarse irregular mientras su coño palpitaba a su alrededor. Su polla se hizo aún más dura y sus golpes se hicieron más fuertes cuando llegó a su propio clímax. Cuando finalmente llegó muy dentro de ella, se calmo con un estremecimiento y, finalmente, ambos regresaron a la tierra.
Se desplomó junto a ella, su respiración entrecortada y jadeante.
Trató de reincorporarse, pero no pudo. Estar con él no era como nada que hubiera experimentado. Acababa de tener el orgasmo más alucinante de su vida y de repente ella sabía exactamente lo que el sexo podría ser y quería más.
—Oh, Christy—, se quejó de nuevo cuando se volvió hacia ella.
—Lo siento, yo no debería haber hecho esto, no debí de haber dicho que....
Se puso de espaldas a él y lo dejó pensar que ella estaba realmente molesta. Cuando su mano llegó a su hombro, ella respiró hondo y suspiró.
—De verdad, Christy, lo siento, ¿qué puedo hacer?
Ella sonrió ampliamente, se dio la vuelta y se subió encima de él y sus manos empezando a excitar su polla a la vida otra vez.
— ¿Qué te parece si dejo que te redimas?—, dijo ella con picardía, lista para otra ronda.
Fin

Relato nº 8:Papá sorprende a su pequeña traviesa, parte 1

Christy puso los ojos en blanco mientras el chico que estaba encima de ella luchaba para averiguar qué hacer a continuación. Sus piernas estaban abiertas por debajo de él, pero simplemente parecía no saber qué hacer.
Ella se inclinó y alcanzo su polla hasta que la puso justo en frente de su coño.
—Ahora, sólo tienes que introducirlo—, dijo con un suspiro de frustración.
A pesar de todas las cosas maravillosas que había escuchado sobre el sexo, hasta ahora, su experiencia había sido de todo menos espectacular. Al principio, había pensado que era su falta de práctica, para lo cual había una solución fácil. Había estado preparada y dispuesta para que un chico tras otro de su escuela la tomara, pero hasta ahora cada encuentro sexual había ido tan bien como éste.
—Oh, Christy—, se quejó él en voz alta despertándola de sus reflexiones. Genial...
— ¿En serio?—, preguntó ella mirando la estúpida sonrisa en su rostro.
— ¿En serio, Jason? ¿Eso fue todo? Su sonrisa de orgullo cambió a una mueca de dolor incómodo cuando la miró.
—Puedo intentarlo de nuevo, — dijo él tímidamente.
Ella lo miró, considerándolo. Por un lado, todavía estaba excitada, pero por el otro estaba molesta.
Quería más, pero ya estaba cansada de solamente jugar con estos chicos que no sabían lo que estaban haciendo. Antes de que pudiera responder, una puerta se cerró de golpe y el sonido hizo eco a través de la sala hasta su habitación.
Jason comenzó a hablar, pero ella lo interrumpió.
—Silencio—, susurró ella bruscamente.
Se congeló cuando escuchó los pesados pasos que subían por las escaleras. Al instante se llenó de una sensación de pánico.
—Tienes que vestirte, AHORA— le susurró a Jason.
Tomando su propio consejo, se deslizó de la cama y agarró sus bragas, poniéndoselas con rapidez.
—Ese probablemente es mi padrastro—, agregó ella en voz baja —Llegó temprano y va a estar furioso si te encuentra aquí. Jason comenzó a tirar de sus pantalones para ponérselos mientras los pasos se acercaban.
Christy sabía lo que iba a ocurrir a continuación. Su armario estaba lleno de ropa y no había espacio debajo de la cama, y tan pronto su padrastro, abriera la puerta, la iba a atrapar in fraganti . La peor parte era que no era la primera vez que la sorprendía con un muchacho en su habitación. La última vez que había estado tan furioso que le había quitado su coche durante un mes y eso había sido antes que empezara a ser tan cascarrabias . Ahora, con el estado de ánimo en que estaba, era probable que perdiera su coche para siempre. No es que ella lo culpara. A pesar de que era sólo su padrastro, sabía que era un buen tipo.
Era su mamá la que por lo general causaba los problemas y esta relación no era la excepción. Su madre tenía una larga historia de infidelidades y Christy tenía la esperanza de que esta vez fuera diferente. Su padrastro era el mejor hombre que su madre había encontrado, él era amable y gentil con un cuerpo que mantenía la mente de Christy volando hasta altas horas de la noche. Pero, por supuesto, su mamá no apreciaba nada de eso. Hacia unos meses su madre lo había engañado y él había tratado de echarla. Por desgracia para él, la madre de Christy se había divorciado suficientes veces como para saber que ella no tenía por qué irse. La parte difícil fue que su padrastro se negó a mudarse también, ya que él había comprado la casa años antes de que se hubieran conocido.
Así que ahora, Christy estaba atrapada en medio, su mamá y su padrastro no se hablaban y aun así vivían juntos. A veces su mama traía tipos a la casa, otras veces ella llegaba mucho después de la medianoche, y el día anterior no había vuelto en lo absoluto. Christy se sentía mal por él, pero sabía que si la atrapaba iba a estar en problemas. Él iba a estar de muy mal humor y el encontrarla semi-desnuda con un chico no iba a hacer que las cosas fueran mejor. Agarro un tank top rosa que colgaba sobre una silla y se la puso sobre su cabeza, deseando tener algo más que un pequeño top puesto. Apenas consiguió ponérselo antes que la puerta se abriera de golpe.
Su padrastro se quedó allí, con la expresión más seria que jamás hubiera visto en su rostro mientras miraba al muchacho sin camisa, descalzo de pie en su habitación y ella en nada más que una pequeña tanga y una camiseta casi transparente. Apartó su mirada de Christy y centró su atención en Jason. —Sal, — dijo él en voz baja y seria.
Sin hablar, Jason agarró sus zapatos y su camisa y salió corriendo de la sala, deslizándose más allá de su padrastro, con cautela, y partió.
Ella sacudió la cabeza, dándose cuenta de que él acababa de salir sin tratar de defenderla o decir una sola palabra. Sabía que no debería esperar nada mejor de chicos como él, pero uno tras otro, no eran más que una serie de decepciones. Se incorporó y miró a su padrastro. Estaba furioso y más enojado de lo que jamás lo había visto antes. Era una lástima ya que incluso así era sexy. Sabía que debía estar molesta, pero en su actual estado media excitada, lo único en lo que podía pensar era en cómo se vería, sin esa camisa formal con botones. Había pasado muchas noches fantaseando con él y verlo ahora la distraía más que cualquier otra cosa.
Todo en lo que ella pensaba era en cómo sería follar con un hombre en lugar de un niño. Él la miró por un momento y no dijo nada mientras sacudía la cabeza con frustración.
—Sabes que estás actuando como una pequeña zorra, ¿no?—, preguntó molesto y disgustado. —Cada vez que vengo a casa más temprano, estás aquí con un tipo diferente. Ella arqueó una ceja por sus duras palabras, se preguntaba si él estaba tratando de impresionarla.
—Es que tú no entiendes — respondió ella, lamentando el cliché tan pronto como salió de sus labios.
Suavizó su tono antes de contestar de nuevo. —Mira papi, lo siento, pero tengo dieciocho años. Puedo hacerlo con quien yo quiera.
Ella lo vio observarla y le devolvió la mirada, poniendo su mano en la cadera y empujando sus pechos hacia adelante.
El movimiento le llamó la atención a él y su mirada se fijó en sus grandes pechos que estiraban la fina tela de color rosa. Ella sabía que la camisa era transparente y la forma en que estaba parada hacia que sus pezones se vieran a través del transparente material. Lo vio deslizar su mirada hacia abajo más allá sus pechos hasta la diminuta tanga que apenas le cubría el sexo y la mirada en sus ojos la hizo sentir como se contraía su coño. Por último, se contuvo y tomo un profundo respiró y tranquilizador.
— ¿Y esa es la forma en que deseas ser vista? ¿Quieres que la gente piense en ti como una pequeña mujerzuela que sólo se deja caer de espaldas por cualquiera? Christy le dirigió una sonrisa. Sus palabras podrían haber sido duras, pero su cuerpo traicionaba sus verdaderos sentimientos. Miró hacia abajo y pudo ver su pantalón abultado, dándole todo tipo de ideas. La idea de follar con su padrastro había sido una fantasía desde hacía años y sin duda sería más divertido follar para salir de problemas que hacer frente a cualquier castigo.
—No por cualquiera—, dijo suavemente mientras tomaba un par de pasos más cerca de él. —Sólo quiero pasar un buen rato—, respondió ella con una pequeña sonrisa.
— ¿Y son estos chicos la diversión?— preguntó él con desprecio en su voz.
—No, papi—, dijo ella mientras avanzaba para estar más cerca.
—Los chicos no son nada divertidos — dijo ella en voz baja, tomando una respiración profunda, para que sus pechos subieran y bajaran sugestivamente. —No parecen saber lo que necesito.
Ella estaba de pie tan cerca de él que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Él no se movía, sólo la miraba mientras ella se acercaba, pero se dio cuenta que tenía su atención. Poco a poco, se inclinó hacia delante con las manos ligeramente apoyadas contra su pecho.

jueves, 5 de julio de 2012

Relato nº 7: Fui la primera vez de mi sobrino.

Me llamo Pamela, y a continuación les contaré algo que me ocurrió en el verano.
Hace algunos años fui de vacaciones con mi familia, para ese entonces ya estaba casada con Arturo, ya le había sido varias veces infiel. Nuestras 2 familias son muy numerosas pero nosotros no tenemos hijos.
Con mi hermana iba su pequeño hijo José, es un muchacho tímido, muy bueno, y querido por toda la familia.
El primer día me di cuenta que José me tenía ganas, yo iba con ropa normal nada provocativo, o ese pensé porque él estaba excitadísimo viéndome el culo en mi pantalón de mezclilla, trate de no hacer caso a esto ya que es muy joven para mí no era la primera vez que un familiar se excitara conmigo y algunos ya me habían cogido, pero a él lo veía como a un bebe.
Esa noche estuvimos platicando hasta tarde, estábamos en una casa que tenemos mi marido y yo en Acapulco. Mi sobrino estuvo un rato con nosotros, siempre viéndome el culo, hasta que se fue a dormir, ya me estaba calentando, necesitaba verga, pero mi esposo acabo muy borracho y me quede con ganas, al siguiente día todos se quisieron ir al súper por la comida, pero yo tenía demasiado calor para ir, y le comente que me quedaba, José dijo que él también se quería quedar.
Nos quedamos los 2 solos, estábamos en la alberca, cuando muy nervioso se acercó a mí y me dijo:
-Tía cuando me cobras por acostarte conmigo-
Me le quede viendo, el agacho la cabeza, y le dije_
-Eres demasiado joven para esas cosas-
-Si tía gracias-
Se fue llorando, corrí y lo abraze, -tranquilo es que eres muy joven para estar con una mujer de mi edad
-Es que jamás lo he hecho con nadie, y quiero saber que se siente-
-Pero busca a alguien de tu edad-
-Es que eres tu quien me gusta, ahorre 2000 pesos para pagarte-
-Yo jamás te cobraría mi amor, pero no se puede-
-Soy muy feo tía-
-No, al contrario eres muy guapo-
-Por favor tía-
-Y si tu tío se entera-
-Le digo que te obligue-
Era tan tierno que ya no aguante, le baje el traje de baño y le empecé a mamar la verga en menos de un minuto me llenó la boca de semen.
-Perdón tía-
-Porque eso demuestra que realmente te gusto, además tu leche sabe muy rica-
-Gracias-
-Descansa un rato, porque me vas a coger-
Me acosté a lado de la alberca, me quite mi bikini y me masturbe, mientras él seguía sin creer que se la había mamado. Descansamos un rato y quise seguir con esta rica sesión de sexo.
-¿Estás listo para metérmela por la vagina?
-Jamás estuve más listo-
Abrí totalmente mis piernas y él se colocó enfrente de mí,
su verga no era muy grande, pero me haría disfrutar.
-Métemela cariño-
Me la metió completa.
-Muévete despacio, sino te vas a venir muy rápido.
-Si tía-
Se movió despacio y gemía mucho, jamás había visto a alguien tan caliente, y él se calentaba con su tía, entraba y salía de mí lentamente y fue aumentando la velocidad, hasta que empezó gemir y gritar.
-Tía no aguanto, me vengo-
-Vente en tu tía, vente en tu puta-
Me lleno de su semen caliente, y me miro y temblaba.
-Tía es lo mejor que me ha pasado en la vida, gracias eres la mejor-
-De nada amor, cuando quieras aquí estoy lista para abrirme de piernas, ahora ve y lávate-
Se fue y me quede pensando que había conseguido un amante más mi lista de machos cada vez era mas grande.

Relato nº 6: Sangre de mi sangre.

A modo de presentación os diré que me llamo Patricia y que tengo 39 años, estatura media, morena de ojos azules y una figura que, para haber sido madre dos veces, no conservo nada mal. Me gusta cuidarme, lucirme lo mejor posible, y no voy a negar que cuando voy por la calle noto las miradas fijas en mí, sobre todo en mi culito redondito y duro.
Con 18 años conocí al que luego se convertiría en mi marido, un compañero de la universidad. Me sentía totalmente enamorada de él, de su desparpajo, de su facilidad para iniciar una conversación, de su sonrisa… Ya había tenido antes algún noviete que no pasaron de eso, de amores de juventud. Nos casamos cuando yo tenía 20 años y el 23, ya que me había quedado embarazada de nuestro primer hijo que ahora, lógicamente, tiene 19 años. Contrariamente a lo que pasa en otros casos en los que una situación así crea tirantez en la pareja en nuestro caso nos unió bastante. Estábamos bastante ilusionados con el bebé, y nuestra vida la verdad es que transcurría bastante bien. 2 años más tarde vino el pequeño (ahora tiene 17) que, en este caso, fue buscado, ya que, como no éramos partidarios de los hijos únicos, no queríamos que nuestro primer hijo creciese sin la compañía de un hermano. Sin embargo, con el nacimiento del pequeño noté como que mi marido se empezaba a distanciar un poco. Ya no estaba tan pendiente de mí, no era tan atento como hasta entonces, e incluso notaba que su relación con el pequeño era mucho más fría que con el mayor.
Así fue pasando nuestra vida común, conmigo intentando mantener viva la llama y él siempre a la suya, diría que independiente. Las discusiones empezaron a ser más frecuentes entre nosotros, e incluso me pareció notar que mi hijo mayor (que por esos momentos ya tenía 17 años) se estaba poniendo de parte de su padre, entre otras cosas porque siempre (o casi siempre) le daba los caprichos que pedía. Cada día tenía más claro que lo que pasaba es que no quería al menor. También empecé a notar ciertos síntomas que me llevaron a pensar que mi marido tenía su vida fuera de nuestra pareja. Llegaba tarde a casa sin un motivo aparente, un leve olor en su ropa, algunas llamadas a deshoras… Así que un día me decidí a seguirle sin que él lo supiera, viéndose confirmadas mis sospechas: mi marido tenía una amante (Bueno, no una, sino al menos 3, pero de esto me enteré después). Lo vi entrar en un pub del centro de la ciudad donde estuvo en una actitud más que cariñosa con otra mujer. Me fui a casa llorando, sintiéndome humillada y herida en mi orgullo, sobre todo por los esfuerzos que yo había hecho para salvar nuestra pareja. Evidentemente cuando él llegó a casa la discusión fue tremenda, decidiendo separarnos. A pesar de los típicos desacuerdos la separación no fue una guerra abierta, saliendo ambos bastante beneficiados. Yo me quedé con la casa en la que vivíamos al tener la custodia de nuestros hijos y él se quedó con otro piso que habíamos comprado hacía tiempo como una forma de invertir unos ahorros que teníamos (tengo que decir que nuestra situación económica era bastante buena, ya que los dos teníamos trabajos bien remunerados, y no teníamos problemas). Lo que sí consideré una traición (aunque esperada) fue que mi hijo mayor se fue a vivir con su padre y con su amante, así que me quedé con el pequeño en una casa de 4 habitaciones, 2 baños, piscina, jardín, etc., de la que me sobraba al menos la mitad.
A partir de aquel momento mi vida la dediqué a casi exclusivamente a mi trabajo y a mi hijo pequeño, y digamos que perdí un poco el interés por los hombres. Tuve algunas oportunidades y algunos escarceos, pero nada duradero, más que nada por mi miedo a iniciar una relación estable por lo ocurrido en mi matrimonio. Como mucho salía con mis amigas a tomar un café o una copa, me apunté a cursos de manualidades e, incluso, a un gimnasio para mantenerme un poco en forma y recuperar la figura que tenía antes de mis dos embarazos. Ese primer verano decidí irme de vacaciones con mi hijo a la costa malagueña con una amiga también divorciada que tenía un apartamento y nos invitó a pasar 15 días de julio con ella y sus hijos. Me sorprendió la forma de ser tan desinhibida de mi amiga, sin importarle mostrarse en topless delante de nuestros hijos o pasearse solamente con una camiseta y unas braguitas por el apartamento. También la vi enrollarse con un par de hombres durante esas vacaciones, momentos en los que prefería volverme al apartamento a ver la tele. Así pasaron esas dos semanas hasta que volvimos a nuestra ciudad.
Creo que aquellas vacaciones nos marcaron a todos, aunque no sé si consciente o inconscientemente, pienso que marcaron el devenir de los acontecimientos que vinieron después. Tengo que reconocer que a pesar de mi pérdida de interés por el sexo masculino había ocasiones en las que me consolaba a solas en mi cuarto o en la ducha, o me acostaba solamente en braguitas o tanguita, creo que contagiada por mi amiga, e incluso en alguna ocasión totalmente desnuda. Esos momentos de masturbación eran un verdadero desahogo para mí, quedándome bastante relajada. No sé si era mi mente o algo real, pero empecé a notar ciertos detalles extraños que no sabía a qué achacar: ocasiones en que me encontraba en la ducha y me parecía notar la leve corriente de aire que se produce cuando se abre la puerta, o que se abría la puerta de mi habitación mientras estaba dormida, o algunas manchas extrañas en mi ropa interior de las que tampoco supe su origen (tonta de mí).
Una tarde estaba en casa viendo la tele en el salón y mi hijo en su cuarto liado con su ordenador cuando le llamaron unos amigos, diciéndome que salía. Aproveché y decidí ordenarle un poco el cuarto, viendo que se había dejado encendido el ordenador. Recordé que quería mirar una cosa en Internet y no me apetecía encender mi portátil, por lo que usé el suyo. Lo que descubrí me dejó con la boca abierta. Cuando entré en el buscador me aparecían términos como “MILFS”, “maduras”, etc. La curiosidad me hizo entrar en esas páginas viendo fotos y videos de mujeres de mi edad más o menos (e incluso mayores) practicando sexo con chicos jóvenes e incluso algunos lésbicos. Lo que veía me dejó alucinada. Sentí que traicionaba la intimidad de mi hijo, pero me metí en sus archivos, viendo fotos mías en bikini, de mi amiga y mías en la playa, o (lo que casi provoca que me diese un sofoco) fotos mías en la ducha o dormida en la cama. No me lo podía creer: mi hijo se excitaba con su propia madre. Me notaba turbada, veía aquello casi como una aberración, y eso no entraba en mis esquemas. Creo que inmediatamente supe el origen de aquellas manchas que os decía o de las sensaciones que había tenido. Salí de la habitación de mi hijo y volví al salón a seguir viendo la tele, pero lo que había visto no dejaba de rondarme la cabeza. Cuando él volvió creo que me notó un poco rara y me preguntó si me pasaba algo, contestándole yo que no, que simplemente sería que me notaba como resfriada o que serían síntomas pre-menstruales (no recuerdo qué le dije), quedando la conversación ahí. Esa noche tuve sueños extraños, despertándome varias veces como sobresaltada.
A partir de aquel día creo que empecé a ser consciente de que mi hijo ya no era tan niño como tal vez a mí me seguía pareciendo, sino que estaba creciendo y se empezaba a mostrar el hombre en el que irremediablemente se iba a convertir. Con 15 años ya casi  medía 1’80 y tenía un cuerpo bastante bien formado por su afición al deporte, el pelo rapado en un corte estilo militar y un moreno playero que ya quisieran muchos. Más de una vez me sorprendí a mi misma mirándole a hurtadillas, momentos en los que volvía a recordar que era mi propia sangre. Algo se estaba agitando en mi interior, algo que provocó que una tarde cuando él se estaba duchando fuese yo la que me decidiese a espiarle. Le vi bajo la ducha, el cuerpo que había desarrollado y, lo que no sé si fue peor, su pene que, a pesar de estar en reposo, era de dimensiones mayores que el que recordaba de mi exmarido. Empecé a notar que me excitaba mirándole, y más de una vez volví a mirarle en la ducha hasta que un día terminé masturbándome en mi cama hasta que me corrí como una loca pensando en la polla de mi hijo. Esas masturbaciones solitarias se fueron volviendo más frecuentes, y hasta me sorprendí a mi misma un día comprando un par de vibradores en una página web.
Lo que empezaba a sentir por mi hijo creo que se estaba empezando a convertir en una obsesión que ni yo misma sabía porqué había surgido. Había pasado casi un año y volvía el verano. Durante ese año habían cambiado algunas cosas en mi interior. Me decidí a cambiar un poco mi forma de vestir, comprándome faldas más cortas, blusas más escotadas, ropa interior más sexy, etc. A pesar de seguir sin ceder a los intentos de algunos hombres que intentaban ligar conmigo con 37 años volvía a sentirme viva y, paradójicamente, me empezaron a llegar a los oídos rumores acerca de mi sexualidad, ya que alguna gente empezó a pensar si no me habría vuelto lesbiana, aunque a mi las mujeres no me hubiesen atraído nunca. Mi amiga nos volvió a invitar a pasar otra vez el verano en la costa, accediendo ya sin ningún tipo de reservas. Tenía que renovar mis trajes de baño para la ocasión, así que me fui a unos grandes almacenes. Recordé los bikinis que usaba mi amiga, así que me compré algunos que en otras ocasiones hubiese considerado desvergonzados de lo pequeños que eran, algunos tipo tanga y otros tan sólo un hilo entre mis nalgas. Faltaba algo para poder lucirlos, y era algo tan tonto como que nunca me había depilado el coñito, solamente unos pequeños recortes, y decidí hacerme la depilación brasileña, dejándome simplemente un pequeño mechón en el pubis. Cuando volví a casa me metí en mi cuarto a probármelos, sorprendiéndome la imagen que me devolvía el espejo. Recordé las fotos que había visto en el ordenador de mi hijo y con una sonrisa traviesa pensé que si quería fotos atrevidas esta vez las iba a tener de sobra. Así fue como llegamos a la playa ese verano, con esas nuevas ideas en mi mente.
La primera que notó el cambio fue mi amiga, diciéndome que aquellos bikinis me sentaban de maravilla, y que ya era hora de que me mostrase como yo era en realidad. Otra cosa que hice fue empezar a hacer topless al igual que ella. Como por las noches nuestros hijos se iban de fiesta por su cuenta nosotras volvimos a irnos de discotecas o a locales en la playa, atreviéndome a coquetear con algunos hombres (extranjeros en su mayoría) que al vernos se acercaban a cortejarnos. Incluso me atreví a enrollarme abiertamente con alguno, terminando follando como locos en sus hoteles o en el apartamento un par de noches que ambas nos liamos con sendos hombres. Me excitaba volver a sentirme deseada, tener la polla de un hombre en mi coñito mientras oía los gemidos de mi amiga en la otra habitación, comerme una polla mientras me comían el coño en un 69 delicioso (que con mi ex la verdad es que no había hecho nunca)… Y lo que no me quitaba de la mente era que todo lo había provocado el deseo que sentía aumentaba por mi hijo y que, aunque él no se diese cuenta, también percibía por su parte (Esos cambios llegaron a otras cosas, pero eso ya os lo contaré en otro relato si este os gusta).
Lamentablemente todo lo bueno se acaba y nuestras vacaciones terminaron, teniendo que volver a la ciudad a nuestra aburrida vida. A pesar de todo, como ya he dicho que tenía piscina, había ocasiones en las que invitaba a mi amiga a pasar el día. En esas ocasiones siempre tomábamos el sol en topless, pero hubo alguna en que lo hicimos totalmente desnudas. Con los ojos cerrados bajo el sol pensaba en mi hijo, en su ordenador, y me imaginaba la recopilación que estaría haciéndose (y también pensé en las pajas que se haría a solas). Un día me decidí a entrar en su ordenador y, tal y como sospechaba, la cantidad de fotos había aumentado. Se nos podía ver perfectamente, así que me di cuenta desde donde nos las hacía, por lo que decidí poner otro par de tumbonas en el jardín con la excusa de tenerlas por si algún día nos reuníamos más gente. Evidentemente, cuando venía mi amiga era en esas nuevas tumbonas donde nos tumbábamos, ofreciéndole mejor vista, por lo que las fotos mejoraron como pude comprobar. Mis masturbaciones pensando en él también fueron más frecuentes, hasta que un día ocurrió lo que ambos deseábamos…
Ese día llegué a casa del trabajo y vi su moto aparcada en la puerta, por lo que deduje que estaba en casa, así que entré y le llamé pero sin tener respuesta. Subí a mi dormitorio para quitarme los zapatos y ponerme cómoda cuando vi la puerta de su cuarto entreabierta. Sin hacer ruido me acerqué a mirar, viéndole sentado delante de su ordenador y, por los gestos que hacía, evidentemente se estaba masturbando con las fotos que se veían en la pantalla que no eran otras que las que él hacía mías o de nosotras dos. Me puse tan caliente que no pude evitar entrar en mi cuarto y desnudarme para tumbarme en la cama empezando a tocarme. Mis dedos acariciaban mis tetas, pellizcaban mis pezones y, poco a poco, acariciaban mi vientre hasta que llegaron a mi coñito que ya estaba mojadísimo de excitación. Me chupé un dedo y me lo empecé a meter, siendo dos poco después, hasta que alargué la mano para coger un consolador de látex del cajón de mi mesita. Me lo metía pensando en que era su polla la que me follaba, y me tenía que morder los labios para que no se oyesen mis gemidos, hasta que me corrí como la zorra caliente que me sentía en ese momento. Cuando me recuperé me metí en la ducha y, cuando salí, me puse solamente una camiseta y el tanguita de un bikini. Así bajé a la cocina donde empecé a preparar la cena. Le oí bajar, y pude notar su cara cuando me vio como estaba vestida (o casi desnuda, no sé exactamente). Me saludó con un beso en la mejilla, preguntándome cómo me había ido el día, yéndose a continuación al salón, pero podía notar sus miradas mientras iba y volvía de la cocina y preparaba la comida. Nos sentamos a cenar mientras charlábamos de cosas sin importancia. Cuando terminamos y recogí la cocina le propuse sentarnos a ver una película en el dvd del salón, contestándome él que vale. Cuando nos sentamos le pregunté si le apetecía algo de beber y me dirigí al mueble bar para preparar un par de combinados. Podía notar su mirada seguir mi culito apenas tapado por mi camiseta y el diminuto tanguita o mis tetas sin sujetador bajo la camiseta. Saqué un paquete de tabaco de mi bolso y le ofrecí uno. Mientras nos bebíamos el cubata y fumábamos empecé a quejarme del calor que hacía esa noche. Decidí quitarme la camiseta, notando como sus ojos se abrían como platos ante la vista de mis tetas ya totalmente libres…
- ¡¡¡Mamá…!!!
- ¿Qué…?
- ¿Qué… qué haces?
- ¿Qué hago…? Ah, vale… ¿Te refieres a por qué me he quitado la camiseta? A ver, hijo, me has visto en topless en la playa… ¿O es que te molesta…?
- No, pero… Es que… A ver, una cosa es en la playa y otra aquí en casa… Además…
- ¿Me estás diciendo que te escandaliza ver a tu propia madre así…?
- No…, bueno…, es que… Me resulta un poco…Joder, mamá, que me da corte verte…
Podía notar como no apartaba la vista y movía sus piernas nerviosamente en el sofá. La vista no debía de ser tan desagradable por el bulto que empezaba a notar en sus bermudas. Me giré un poco en el sofá que yo ocupaba para ponerme un poco de lado mirándole a él para que pudiese verme bien…
- Hijo… Creo que tenemos que hablar tú y yo…
- ¿De qué, mamá?
- No te hagas el despistado…
- No sé a lo que te refieres…
- Te he dicho que no te hagas el tonto, y creo que ya es hora de que hablemos…
- Sigo sin entenderte…
- Verás… Bueno, tú sabes porqué me separé de tu padre, ¿verdad?
- Sí, claro…
- Déjame hablar… creo que también sabes que desde que nos divorciamos no he estado con ningún hombre…
- Sí, es cierto… No te he visto nunca con nadie desde que papá y tú lo dejasteis…
- A ver cómo te lo digo… ¿Qué piensas de mí…?
- ¿Cómo que qué pienso de ti…?
- Sí, quiero saber qué piensas, si me consideras atractiva, si crees que los hombres se fijan en mí… Como mujer, claro…
- Yo… Esto, mamá… Yo creo que eres muy guapa, más que otras mujeres que conozco, y claro que los hombres se fijan en ti, pero no entiendo adónde quieres llegar…
- Sé que te gusto…
- ¿¿¿Cómo…??? ¡¡¡Mamá, no digas eso…!!!
- Sé que me miras, que me espías en la ducha, cuando estoy dormida o tomo el sol…
- Pero mamá… Eso que dices es una aberración… ¿Cómo voy a fijarme en mi propia madre…?
- Te he dicho eso porque lo he notado, porque sé que te haces pajas con mis braguitas… Además, he visto tu ordenador, las fotos que nos has hecho a Charo y a mí… Y sé que te haces pajas mirándolas porque te he visto… Porque sé que deseas follarte a tu madre…
Podía notar como se iba poniendo cada vez más rojo mientras yo hablaba y le demostraba lo que yo sabía. Me levanté del sofá, me solté el coletero que sujetaba mi pelo y me planté delante de él. Tiré de las lazadas de mi tanguita cayendo al suelo y quedándome totalmente desnuda ante él, con sus ojos fijos en mi cuerpo, en mis tetas, en mi coñito depilado… Me acerqué a él mordiéndome el labio seductoramente y me senté sobre sus piernas, notando el bulto de su polla en mi vulva mojada… Sin decir ni una sola palabra acerqué mi boca a la suya y empecé a besarle. Al principio me respondía tímidamente, pero al poco rato su lengua jugaba con la mía, enredándose en nuestras bocas. Cogí sus manos y las llevé a mis tetas para que las tocase. Pude sentir como me las amasaba, como sus dedos jugaban con mis pezones mientras movía mis caderas sobre su polla ya durísima. Me levanté y me arrodillé delante de él, bajándole sus bermudas para dejar libre su miembro que empezando a acariciarla y a masturbarle despacio, sus ojos fijos en los míos. Agaché mi cabeza y pasé mi lengua por su capullo para después pasar a metérmela despacio en mi boca para chupársela con verdadero deseo. Oía sus gemidos de placer y le fui tumbando poco a poco en el sofá, girándome yo para quedar encima ofreciéndole mi coño para que lo lamiese. Notaba su lengua lamer mis labios, rozar mi clítoris que atrapó con sus labios, y le pedí que me metiese un dedo. Me metió su dedo empezando a moverlo en mi vagina hasta que llegué a un orgasmo brutal poniéndole chorreando con mi corrida mientras se la chupaba más deprisa.
Cuando me recuperé un poco me levanté y volví a besarle. Esta vez los besos ya eran de deseo, casi mordiéndonos. Me puse sobre él de tal manera que, cogiendo su polla con mi mano y apuntándola a mi coño chorreante, me la empecé a meter yo misma… ¡¡¡Diossss, que polla…!!! La sentía entrar llenándome entera, abriéndome, mientras yo ya gemía y gritaba de placer… Le decía que me follase más deprisa, más fuerte, que se follase a su madre, y lo que más cachonda me puso fue oírle decir que no sabía lo puta que era su madre. Me moví más deprisa, cabalgándole, hasta que me dijo que se iba a correr, momento en el que me bajé y de rodillas me la volví a meter en la boca, esta vez sin usar las manos, para sentir su leche en mi boca mientras le miraba a los ojos como una zorra. Noté sus estremecimientos de placer y como la leche me llenaba, tragándomela toda para no desperdiciar nada, continuando chupándosela. Cuando dejó de echar chorros de semen me levanté relamiéndome y le volví a besar, tumbándome a su lado en el sofá.
Mientras nos besábamos y nos acariciábamos me dijo que había sido el mejor polvo de su corta vida, que sólo lo había hecho con dos o tres chicas más o menos de su edad, pero que no tenía nada que ver con hacerlo con una veterana como yo. Eso me encantó oírlo, sobre todo porque me volvió a hacerme sentir deseada por un hombre.
- ¿Qué tal, hijo?
- Ufffff… Ha sido increíble, mamá…
- A mí también me ha gustado mucho. Creo que lo deseaba desde que supe que me espiabas y vi las fotos de tu ordenador…
- Eres una fiera, mamá. No te imaginas las veces que me he masturbado pensando en esto…
- Y yo, hijo… Pero ya no tendrás que masturbarte más, para eso ahora está tu madre...
Me besó cariñosamente…
- Gracias…
- Por nada, hijo… De ahora en adelante sabes que puedes contar conmigo siempre que te apetezca… Y creo que yo contigo, ¿no?
- Por supuesto, mamá… Ya no tendrás que masturbarte sola en tu cuarto…
Me encantó oír eso y volví a besarle. Desde ese día dormimos juntos en la misma cama casi todas las noches y el sexo entre nosotros ha ido siendo cada vez más delicioso. Él ahora tiene ya 17 años y has estado con algunas chicas más (de hecho ahora lleva una temporada con una de manera más estable), pero no me deja con las ganas y siempre tiene un momento para mí. Es mi macho, mi semental, y yo soy su hembra. Yo también he estado con algún hombre, pero os aseguro que como con mi hijo he follado con nadie. Si os gusta ya os contaré alguna aventura que hemos tenido…